viernes, 26 de febrero de 2010

Tánger

Las luces de Tánger hieren la noche estrellada del estrecho
aquí y ahora los graves me hieren a mí las membranas que rodean al corazón, los surcos de las huellas digitales, el mínimo espacio que ya hay entre mañana y yo.
Somos distintas a lo que éramos pero tu risa suena igual, exactamente igual,
tu abrazo sigue calentándose en naranja y mi persona, como observas, la misma.
De regreso el tren me lleva al silencio y a la piel.
También a los horarios, a las resistencias que se acercan, a las partes antiguas de las
ciudades, a un balcón lleno de hojas mordisqueadas, a las resistencias que se acercan.
Concepto de defensa por la tierra y la palabra, por las hijas y el futuro,
por el agua y el aliento.
La arena era blanca, casi transparente entre tus dedos, preciosa.
Habitamos espacios y tiempos diferentes a lo largo de la vida,
pero vamos dadas de la mano.
Siento tus cosquillas, leves, en la palma de la mía.

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